El deporte es un ámbito de lo más exigente, tanto a nivel físico como mental. La presión a la que están sometidos los deportistas profesionales es elevadísima, al igual que el rendimiento en sus respectivas disciplinas. Estas dos variables provocan que la edad de retirada de los atletas sea relativamente baja, alrededor de la treintena, pues se considera que a partir de entonces la productividad no es la misma. Hay excepciones, por su puesto, solo hace falta echar un vistazo a la trayectoria del tenista Roger Federer, que con 38 años sigue siendo uno de los mejores jugadores del mundo. Serena Williams, también con 38 años, hace lo propio en la competición femenina de este deporte, mientras que en baloncesto podemos destacar nombres como el de Pau Gasol, que a sus 39 años sigue en la élite mundial aunque su retirada parece más cercana que nunca.
Debido a la habitual corta carrera profesional de los deportistas en determinadas disciplinas, es habitual que muchos de ellos prueben suerte con otros deportes tras su retirada. Este es el caso de Usain Bolt que, tras dejar las pistas de atletismo intentó labrarse un futuro en el mundo del fútbol, aunque sin demasiado éxito. No obstante, a veces, este cambio de disciplina no se debe a una retirada, sino a la búsqueda de un nuevo reto profesional.
En el mundo del ajedrez, la edad no suele ser un problema para los jugadores, pues su práctica no requiere de un gran esfuerzo físico, sino que el esfuerzo es mental. Es más, en la gran mayoría de los casos, la experiencia suele ser un factor determinante en la carrera hacia el éxito. Las propias características de este deporte llevan a sus jugadores a decantarse por disciplinas similares a él, en donde la estrategia y el razonamiento mental sean las piezas clave. En este sentido, el póker es uno de los juegos tradicionales por los que suelen decantarse los ajedrecistas cuando quieren alejarse del tablero durante una temporada.
Ya os hemos hablado en alguna ocasión de las semejanzas que existen entre ambos deportes mentales, destacando especialmente el necesario estudio de los oponentes, la ejecución de una estrategia y la importancia del autocontrol en la gestión de las emociones por parte del jugador. Hoy nos queremos centrar en aquellos deportistas que comenzaron su periplo profesional en el campo del ajedrez pero que no se limitaron a él, sino que decidieron aplicar sus conocimi rel="nofollow"entos en los naipes.
El argentino Leo Fernández es uno de los casos más llamativos, ya que para llegar a convertirse en la estrella mundial del póker que es, ha pasado por dos disciplinas diferentes: el ajedrez y el backgammon.
Fernández comenzó a jugar al ajedrez de la mano de su padre, del que aprendió lo básico como para, en poco tiempo, superarlo en el tablero. Su talento era tal que entró a formar parte del Club Argentino de Ajedrez, lo que no solo le abrió muchas puertas sino que también le permitió conocer a un gran número profesionales. Uno de ellos fue Sergio Gelabert, fundador de la Escuela Argentina de Backgammon, que lo introdujo en esta nueva disciplina. Durante los siguientes diez años, Fernández se mantendría en la élite mundial de esta disciplina, participando en el Mundial de Montecarlo y cobrando cuantiosos premios.
Tras haber experimentado el éxito en dos juegos mentales, probar suerte en el póker era solo cuestión de tiempo. Eso sí, desde que se sentó frente al tapete no ha vuelto a cambiar de disciplina, y eso que no todo ha sido un camino de rosas. A día de hoy, Fernández se encuentra entre los mejores jugadores de póker de Argentina y es un habitual de los torneos más importantes de esta disciplina mental.
Más llamativo es el caso de Jeff Sarwer, que se convirtió en todo un emblema del ajedrez en Canadá. Sarwer fue lo que conocemos hoy en día como un chico prodigio, con un talento innato para el ajedrez. Aprendió a jugar gracias a su hermana mayor, que fue la encargada de explicarle las reglas básicas. Siendo muy joven entró a formar parte del Manhattan Chess Club, uno de los clubes de ajedrez más importantes a nivel mundial en la década de los 80. En 1986, y representando a Canadá, su país de origen, ganó un importante premio a nivel internacional, lo que llevó a los medios de comunicación a fijar su atención en él. De esta forma, el Washington Square Park, a donde solía ir a jugar partidas rápidas contra varios oponentes, se llenó de periodistas que querían conocerlo todo de aquel joven talento del ajedrez. Lo mismo ocurrió en los shows de ajedrez en Ottawa que se celebraban para conmemorar el Día de Canadá y en los que Jeff disputaba (y ganaba) partidas contra más de una docena de rivales.
Y un buen día, Jeff Sarwer desapareció del mapa. La gran revelación del ajedrez mundial se esfumó de la noche a la mañana y nadie supo de él durante décadas. No obstante, Sarwer no dejó de jugar al ajedrez, sino que comenzó a hacerlo bajo el pseudónimo de Ray Philips, nombre que mantuvo hasta 2007, cuando volvió a presentarse a los torneos bajo su identidad real.
No se sabe con exactitud cuándo esta joven promesa del ajedrez entró en contacto con el póker, aunque es muy probable que lo hiciese durante los 12 años que permaneció alejado de los medios de comunicación. Lo que sí sabemos es que tuvo que hacerlo antes de 2008, cuando firmó una excelente actuación en un torneo internacional celebrado en Praga. Al año siguiente volvió a hacer caja en dos competiciones también de gran repercusión dentro de este deporte mental.
Su presencia en las mesas ha sido irregular durante los últimos años pero su capacidad de concentración ante el tapete y su estrategia en este juego de naipes no hacen sino confirmar que Jeff Sarwer estaba llamado a lograr algo grande en el deporte mental.
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